Reseña del libro “El valor de las cosas” de Mazzucato Por Jaime Barrios

 


Reseña del libro “El valor de las cosas” de Mariana Mazzucato 

Por Jaime Barrios Nassi



Debido a que en la actualidad, con todo esto de la crisis por los cambios de gobiernos, políticas, la pandemia, en las redes y en la conversación diaria se habla de economía. Una de las referentes en este proceso es la Doctora Mazzucato, nacida en Roma pero con ciudadanía americana, por cierto de la misma edad mía (1968), profesora de economía, acá en nuestro país sale a la palestra debido a que es asesora del proyecto de gobierno del cambio.


Esto nos dice la autora en la introduccion:


El valor ahora es ahora definido por el precio según las supuestas fuerzas de oferta y demanda, asumimos que si una actividad tien un precio se debe a que crea valor. Si ganas mucho, debes de ser un creador de valor, lo cual muchas veces y sobre todo en la actualidad resulta ser falso.


El término «valor» en la economía moderna ha provocado que se piense que las actividades de extracción de valor se pasen por actividades creadoras de valor, en el proceso, las rentas (ingresos no ganados) se confunden con los beneficios (ingresos ganados); la desigualdad aumenta, y la inversión en la economía real cae.


La forma en que se aborda el valor afecta el modo en que nos comportamos como actores en la economía y, a su vez, repercute en esta y en cómo medimos su rendimiento. Es lo que los filósofos llaman «performatividad», es decir, la manera en que hablamos de las cosas afecta al comportamiento, y eso, a su vez, a cómo las teorizamos. En otras palabras, se trata de una profecía autocumplida.


Antes de seguir les comento , que al principio pensé que era un libro de divulgación para todo tipo de personas, pero la verdad es que es muy técnico, les confieso que hasta ahora solo he leído los primeros capítulos, pero en la introducción está más o menos el resumen de su pensamiento, y este es demostrarnos que debemos enfocarnos en el verdadero valor de las cosas.

Apartes: 


“Oscar Wilde reflejó el problema del valor cuando dijo que un cínico es alguien que conoce el precio de todo pero el valor de nada. Tenía razón, pues, de hecho, la economía es conocida como la «ciencia cínica»”. 


“Nuestro sistema económico debe sustentarse en el regreso del valor al centro de nuestro pensamiento —necesitamos recuperar la habilidad para rebatir el modo en que se utiliza la palabra «valor», no permitiendo que unas historias afecten a la manera en que pensamos quién es productivo y quién es improductivo—.” 


“Si no podemos definir lo que queremos decir cuando mencionamos el término «valor», no podemos estar seguros de producirlo ni de compartirlo de manera justa; tampoco de sostener el crecimiento económico. La comprensión del valor resulta fundamental para saber adónde se dirige nuestra economía y cómo cambiar su curso. Solo entonces la economía podrá pasar de ser una ciencia cínica a una esperanzadora”.


“La innovación es un proceso colectivo en el que las instituciones públicas desempeñan un papel crucial. Este papel es ignorado, por nuestra creencia errada del valor de las cosas, razón probable de que la riqueza se distribuya de manera disfuncional”.


“Platón sostuvo que los contadores de historias dominan el mundo, en la República, guía para educar al líder de su Estado ideal, cuestiona las historias que de quiénes son los creadores de riqueza, igual pasa  en el capitalismo moderno actual; historias sobre las actividades que son productivas, en oposición a las improductivas, y por tanto, sobre la procedencia de la creación de valor. Se cuestiona el efecto que tales historias tienen en el privilegio de unos pocos para, en nombre de la creación de riqueza, extraer abusiva mente de la economía”.


“Platón reconocía que las historias forman el carácter, la cultura y el comportamiento”.


Interroga sobre el papel de justificar las  desigualdades en la riqueza y en los ingresos, que recompensan de manera descomunal a unos pocos que son capaces de convencer a los gobiernos y a la sociedad de que merecen grandes retribuciones, mientras el resto se queda con las sobras. 


El primero de estos es el sector financiero: “ellos afirman que «la gente de Goldman Sachs está entre la más productiva del mundo», pero cuando quiebran la economía no se castigan, ningún banquero es encarcelado y siempre siguen ganando dinero con la especulación”. 


Los economistas no reconocen que estos son sólo facilitadores de finanzas, servicio fundamental de los bancos — mantener depósitos y conceder préstamos— . Las finanzas solo se miden en el PIB como un «input intermedio», es decir, un servicio que contribuye al funcionamiento de otras industrias que eran las verdaderas creadoras de valor.


Reafirma que las historias falsas de creación de valor no se limitan a las finanzas. También se dan en la industria  farmacéutica, por ejemplo, Gilead estimó en 94.500 dólares el coste que supondría un tratamiento de tres meses con su nueva medicina contra el virus mortal de la hepatitis C, denominada Harvoni. Gilead justificó ese precio insistiendo en que representaba un «valor» para los sistemas de sanidad.  John LaMattina, expresidente de Pfizer, sostiene que el alto precio de los medicamentos especializados se justifica por lo beneficiosos que son para los pacientes y para la sociedad en general, teniendo en cuenta los costes que una enfermedad causa a la sociedad si no se trata o si se tratara con la segunda mejor terapia disponible, llamando a esto «precio basado en el valor». Se trata de un argumento refutado por los críticos, que citan casos de estudio donde se muestra que no hay correlación entre el precio de los medicamentos contra el cáncer y los beneficios que aportan.


“La historia de la creación de valor ha derivado en unos tipos más bajos del impuesto sobre las ganancias de capital para los inversores de capital riesgo que financian las empresas tecnológicas, así como en cuestionables políticas impositivas como la Patent Box, que reduce los impuestos sobre los beneficios procedentes de la venta de productos cuyos componentes están patentados, supuestamente para incentivar la innovación, recompensando la generación de propiedad intelectual”. 


“Se trata de una política que tiene poco sentido, puesto que las patentes son instrumentos que permiten beneficios monopolísticos durante veinte años, obteniendo así elevados ingresos. El objetivo de los legisladores no debería ser aumentar los beneficios de los monopolios, sino favorecer la reinversión de esos beneficios en áreas como la investigación”.


“Este punto de vista alimenta una banalidad, los emprendedores son buenos y el Gobierno es malo o inepto. Sin embargo, al presentarse como héroes contemporáneos y justificar su récord de beneficios y sus montañas de dinero en efectivo, Apple y otras empresas ignoran de manera conveniente el pionero papel del Gobierno en la financiación de las nuevas tecnologías”.


También en este y varios libros anteriores, menciona que el Gobierno es asumido como una sanguijuela para la sociedad, que se financia mediante impuestos obligatorios que son pagados por los ciudadanos, concluyendo que se necesita más mercado y menos Estado. 


Por lo tanto los gobiernos se doblegan para atraer a los individuos y las empresas que, supuestamente, crean valor, ofreciéndoles reducciones fiscales y exenciones de las trabas burocráticas que, se piensa, constriñen sus energías creadoras de riqueza. 


“Los medios cubren de halagos a los creadores de riqueza; los políticos los cortejan y, para mucha gente, se trata de figuras de elevado estatus que deben ser admiradas y emuladas. Pero ¿quién ha dictaminado que están creando valor? ¿Qué definición de «valor» se utiliza para distinguir la creación de valor de la extracción de valor o, incluso, de la destrucción de valor?”.


Dice qué nos hemos creído el cuento de buenos contra malos. Interroga: ¿Cómo se mide el valor producido por el sector público, y por qué la mayoría de las veces este es tratado como una versión más ineficiente que la del sector privado? ¿Y si realmente no hubiera prueba alguna de esa historia? ¿Y si solo proviniese de una serie de ideas muy arraigadas? ¿Qué nuevas historias podemos contar?

El libro pretende revisar a los forjadores de mitos, y admitirlos cuando estén bien hechos y rechazarlos en caso contrario. 


INTRODUCCIÓN 


“Los bárbaros barones del oro; ellos no encontraron el oro, no extrajeron el oro, no molieron el oro, sino que por medio de alguna rara alquimia todo el oro les pertenecía. BILL HAYWOOD, fundador del primer sindicato industrial de Estados Unidos, 1929”.


“¿Por qué los propietarios del capital, que no hacen más que comprar y vender oro en el mercado, ganan tanto dinero, mientras que los trabajadores que emplean su energía mental y física para encontrarlo, extraerlo y molerlo, ganan tan poco?”.


“Hoy en día, muchas corporaciones gigantescas también son culpables de confundir la creación de valor con la extracción de valor”. 


CRÍTICAS COMUNES A LA EXTRACCIÓN DE VALOR


“La distinción, vital aunque con frecuencia confusa, entre la extracción y la creación de valor tiene consecuencias que van mucho más allá del destino de las empresas y sus trabajadores, incluso de sociedades enteras. Los impactos sociales, económicos y políticos de la extracción de valor son inmensos”. 


“Una crítica común que se hace al capitalismo contemporáneo es que recompensa más a los «capturadores de rentas» que a los verdaderos «creadores de riqueza». En este caso, «capturar rentas» se refiere al intento de generar ingresos, no para producir algo nuevo, sino para cobrarlo en exceso, por encima del «precio competitivo», debilitando así a la competencia al explotar ventajas particulares (que incluyen la mano de obra), o en el caso de una industria con grandes empresas, mediante la capacidad para bloquear la entrada en esa industria a otras compañías, y retener, por tanto, una ventaja monopolística”. 


“El capital en el siglo XXI, del economista francés Thomas Piketty, se centra en la desigualdad creada por una industria financiera depredadora, que paga impuestos insuficientes, y en la manera en que la riqueza se hereda de generación en generación, lo que da ventaja a los ricos a la hora de hacerse aún más ricos”. 


El análisis de Piketty resulta clave para comprender por qué el índice de rentabilidad de los activos financieros (que él llama «capital») ha sido mayor que el de crecimiento, y reclama impuestos más altos sobre la riqueza y la herencia resultantes para detener el círculo vicioso. Idealmente, desde su punto de vista, los impuestos de esta clase deberían ser globales para evitar que un país debilite a otro”.


“Otro pensador destacado, el economista estadounidense Joseph Stiglitz, ha analizado cómo una regulación débil y las prácticas monopolísticas han permitido que la «extracción de rentas». Para Stiglitz, estas rentas son el ingreso obtenido por crear impedimentos para otros negocios, como las barreras para evitar que nuevas empresas entren en un sector, o como la desregulación, que ha consentido que las finanzas se vuelvan desproporcionadamente grandes en relación con el resto de la economía”.


¿QUÉ ES EL VALOR?


“El valor puede ser definido de distintas maneras, pero, en esencia, es la producción de nuevos bienes y servicios. Cómo se producen estos resultados (la producción), cómo se comparten en la economía (la distribución) y qué se hace con las ganancias que genera su producción (la reinversión) son cuestiones clave en la definición del valor económico”. 


“También resulta crucial si lo que se está creando es útil, es decir, los productos y servicios que se crean ¿aumentan o disminuyen la resistencia del sistema productivo? 


«creación de valor» es el modo en que las distintas clases de recursos (humanos, físicos e intangibles) se establecen e interactúan con el fin de producir nuevos bienes y servicios. 


Por «extracción de valor» entiendo las actividades centradas en mover recursos y productos existentes y en ganar de manera desproporcionada con su comercio posterior”.


“En el libro utiliza las palabras «riqueza» y «valor» indistintamente. Alguien podría discutirlo si considera la riqueza como un concepto más monetario y el valor como uno potencialmente más social, lo que implica no solo valor, sino valores. 


«valor» en relación con el «proceso» mediante el cual se crea la riqueza; se trata de un flujo. Este flujo, por supuesto, da pie a cosas reales, ya sean tangibles (una hogaza de pan) o intangibles (un nuevo conocimiento). La «riqueza», en cambio, se considera un stock acumulado de valor ya creado. El libro se centra en el valor, así como en las fuerzas que lo producen; en el proceso. Pero también aborda las cuestiones alrededor de este proceso, que, con frecuencia, se expresan en función de «quiénes» son los creadores de riqueza. En este sentido, las palabras se utilizan indistintamente”


“A mediados del siglo XIX, además, casi todos los economistas asumían que para comprender los precios de los bienes y servicios antes era necesario tener una teoría objetiva del valor, una teoría vinculada a las condiciones en que se producían esos bienes y servicios, que incluyera el tiempo necesario para producirlos y la calidad de la mano de obra empleada; así, los determinantes del «valor» conformaban realmente el precio de los bienes y servicios. Después, este pensamiento se modificó por completo. Muchos economistas llegaron a creer que el valor de las cosas quedaba determinado por el precio pagado en el mercado, o, en otras palabras, por lo que el consumidor estaba dispuesto a pagar. De repente, el valor era una percepción subjetiva”.


“…hoy solo se les enseña que el valor viene determinado por las dinámicas de precios, debidas a la escasez y a las preferencias”. 


“…la desaparición del concepto de «valor», ha hecho que, paradójicamente, resulte mucho más fácil usar y abusar de este término fundamental, el «valor» —un concepto que reside en el corazón del pensamiento económico—, de la manera que cualquiera considere más útil”.

CONOZCA EL LÍMITE DE PRODUCCIÓN

“…algunas actividades se han denominado «productivas» y otras «improductivas»”, 


“Beneficiarios en el límite de producción» Dentro del límite se encuentran los creadores de riqueza; fuera, los beneficiarios de la misma, que se lucran bien porque pueden extraerla mediante actividades de captura de rentas, como en el caso de un monopolio, o bien porque la riqueza creada en el área productiva se redistribuye, como, por ejemplo, por medio de las políticas del moderno Estado del bienestar. 


Las rentas, tal como las entendían los economistas clásicos, consistían en ingresos no ganados y se situaban fuera del límite de producción. Los beneficios, en cambio, eran los ingresos ganados por la actividad productiva en el interior del límite.


En el siglo XVIII se produjeron fuertes protestas cuando los fisiócratas, una temprana escuela de economía, llamaron a los terratenientes «improductivos»”.





“Es el Gobierno inherentemente improductivo, como se afirma a menudo, y sus únicos ingresos son transferencias obligatorias en forma de impuestos procedentes de la parte productiva de la economía? Si es así, ¿cómo puede el Gobierno hacer crecer la economía? ¿O es que, en el mejor de los casos, solo puede establecer las reglas del juego, de tal modo que los creadores de valor puedan operar de manera eficiente?”.

“…porque el Gobierno puede ser productivo y añadir valor— o si se trata de un lastre para la economía —porque es improductivo o, incluso, destruye valor”.


POR QUÉ ES IMPORTANTE LA TEORÍA DEL VALOR

  1. Si no se cuestiona la idea de que el valor depende de una percepción subjetiva, algunas actividades serán consideradas creadoras de valor y otras no, solo porque alguien — por lo general, con un interés personal— “.

2. la falta de análisis sobre el valor tiene enormes implicaciones para un área concreta: la distribución de los ingresos entre los distintos miembros de la sociedad. Cuando el valor se determina por el precio (y no al revés), el nivel y la distribución de ingresos parecen justificados siempre que haya un mercado para los bienes y servicios que, cuando se compran y se venden, genere ingresos. Todo ingreso, de acuerdo con esta lógica, es un ingreso ganado, al desaparecer cualquier análisis de las actividades en función de si son productivas o improductivas.


3. al intentar dirigir la economía hacia direcciones concretas, quienes elaboran las políticas están inevitablemente influidos —lo reconozcan o no— por las ideas de valor. Obviamente, la tasa de crecimiento del PIB es importante en un mundo donde miles de millones de personas siguen viviendo en una pobreza extrema. Pero algunas de las cuestiones económicas más importantes de la actualidad tienen que ver con cómo logramos determinada clase de crecimiento. Hoy en día se habla mucho de la necesidad de que el crecimiento sea «más inteligente» (debido a las inversiones en innovación), más sostenible (más verde) y más inclusivo (que produzca menos desigualdad)”.



De hecho, las afirmaciones acerca de la creación de valor siempre han estado vinculadas a aseveraciones sobre la productividad relativa de determinados elementos de la sociedad, a menudo relacionadas con cambios fundamentales en la economía subyacente: de una economía agrícola a una industrial, o de una basada en la producción en masa a otra basada en la tecnología digital.


Capítulo 1
“UNA BREVE HISTORIA DEL VALOR - siglo XVII- XIX

“Hay un tipo de trabajo que aumenta el valor del objeto al que se incorpora, y hay otro tipo que no tiene ese efecto. En tanto produce valor, el primero puede ser llamado trabajo productivo; y el segundo, trabajo improductivo.
ADAM SMITH, La riqueza de las naciones, 1776“


Hoy damos por sentada una prosperidad creciente. Asumimos que, en términos generales, la próxima generación vivirá mejor que la anterior. Pero no siempre ha sido así. Durante la mayor parte de la historia la gente no ha tenido esas expectativas y, en parte porque las condiciones de vida mejoraban, como mucho, lentamente, pocos pensadores dedicaron el tiempo suficiente a preguntarse por qué algunas economías crecían y otras no”.


Comprender la naturaleza de la producción resulta clave para responder esas preguntas. Una vez se han identificado las actividades


“…cómo se desarrollaron las teorías del valor desde aproximadamente mediados del siglo XVII hasta mediados del XIX. Los pensadores del siglo XVII se centraron en calcular el crecimiento de acuerdo con las necesidades de la época: librar guerras o aumentar la competitividad frente a otro país; por ejemplo, Inglaterra contra su rival comercial y naval, Holanda. 


Los mercantilistas se centran en el comercio y las necesidades de los comerciantes (vender cosas). Desde mediados del siglo XVIII hasta finales del XIX, los economistas consideraron que el valor procedía de la cantidad de trabajo que se dedicaba a la producción, al principio trabajo agrícola (los fisiócratas), y, después, trabajo industrial (los clásicos)”.


“En el siglo IV a.C., Aristóteles distinguía una serie de trabajos más o menos virtuosos dependiendo de la clase de habitante (ciudadano o esclavo) de la polis de la antigua Grecia.


En el Nuevo Testamento, el apóstol Mateo afirmaba que Jesús había dicho que «es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios». 


Durante la Edad Media, la Iglesia denigraba e incluso denunciaba a los prestamistas y a los mercaderes que «compraban barato y vendían caro»; puede que no se tratara de perezosos, pero eran considerados improductivos y viles.

Las definiciones premodernas de qué trabajos eran o no útiles nunca fueron tajantes. En el siglo XVI, con el inicio del colonialismo, estas definiciones se volvieron aún más difusas. Tanto la conquista colonial europea como la protección de las rutas comerciales con las nuevas tierras anexadas eran caras. Los gobiernos tenían que conseguir dinero para los ejércitos, las burocracias y la búsqueda de mercancías exóticas. Y la ayuda parecía estar al alcance de la mano: se descubrieron cantidades extraordinarias de oro y plata en las Américas, y un vasto tesoro entró en Europa”. 


“El defensor inglés del mercantilismo más conocido fue sir Thomas Mun (1571- 1641), comerciante y director de la East India Company escribió el influyente libro La riqueza de Inglaterra por el comercio exterior, Mun resumió la doctrina mercantilista: debemos, dijo, «vender anualmente más a los extranjeros de lo que consumimos de lo suyo en valor».


Los mercantilistas también apoyaban el crecimiento del Gobierno nacional como algo necesario para financiar guerras y expediciones y así mantener las rutas comerciales abiertas y controlar los mercados coloniales. 


“La Gran Bretaña del siglo XVII contempló dos intentos pioneros de cuantificar la suya. Uno fue el de sir William Petty (1623-1687), un aventurero, anatomista, médico y miembro del Parlamento, que fue administrador de impuestos en Irlanda durante el Gobierno de la Commonwealth de Oliver Cromwell. 


El otro fue del heraldo Gregory King (1648-1712), un genealogista, grabador y estadístico cuyo trabajo para promulgar un nuevo impuesto a los matrimonios, nacimientos y entierros despertó interés en la contabilidad naciona.




LOS FISIÓCRATAS: LA RESPUESTA ESTÁ EN EL SUELO


“Los primeros intentos de hallar una teoría formal del valor surgieron a mediados del siglo XVIII en la corte de Luis XV, en Francia, durante el ocaso de la monarquía absoluta del país.


François Quesnay (1694-1774), «padre de la economía», era el médico y asesor del rey. Utilizó su formación médica para comprender la economía como un sistema «metabólico»: en un metabolismo, de manera crucial, todo debe proceder de alguna parte e ir a alguna parte, y eso, para Quesnay, incluía a la riqueza. Ese planteamiento le llevó a formular la primera teoría sistemática del valor, que clasificaba quién era productivo y quién no en una economía, y también a modelar cómo se podría reproducir una economía entera desde el valor generado por un pequeño grupo de sus miembros. En su obra Tableau économique, publicada en 1758, elaboró una «tabla económica» que mostraba cómo se creaba y circulaba el nuevo valor en la economía. En ella mantuvo la siguiente analogía metabólica: los dibujos de bombas representaban la manera en que se introducía el valor nuevo, y los tubos de salida ilustraban cómo el valor abandonaba el sistema”.
 


“Así, señaló que, a diferencia de los humanos, la Naturaleza realmente producía cosas nuevas. Por el contrario, los humanos no podían producir valor; solo eran capaces de transformarlo. Quesnay llamó a estas actividades la «clase productiva». En cambio, consideraba que casi todos los demás sectores de la economía —los hogares, el Gobierno, los servicios e incluso la industria, juntos en el área más clara— eran improductivo


Al desarrollar su clasificación del trabajo productivo e improductivo, Quesnay agrupó la sociedad en tres clases. 


En primer lugar, estaban los granjeros y las ocupaciones relacionadas con el trabajo de la tierra y el agua; según Quesnay, esa era la única clase productiva. 


Después estaban los fabricantes, artesanos y otros trabajadores relacionados, que transformaban los materiales que recibían de la clase productiva: la madera y la piedra para hacer muebles y casas, la lana de oveja para tejer ropa y los metales de las minas para fabricar herramientas. Sin embargo, según sostenía Quesnay, esa clase no añadía valor; más bien, su trabajo simplemente hacía circular de nuevo el valor existente. 


La tercera clase era el «propietario» improductivo, la clase «distributiva» o «estéril», que estaba formada por terratenientes, nobles y clérigos. En este caso, «distributiva» tenía un sentido peyorativo, pues aunque esta clase redistribuía el valor, solo lo hacía para sí misma, por la única razón de que poseía la tierra y no daba nada a cambio”.




LA ECONOMÍA CLÁSICA: EL VALOR ESTÁ EN EL TRABAJO

“Durante los siglos XVIII y XIX, a medida que la industria se desarrollaba a toda velocidad, también lo hicieron las ideas de una serie de pensadores extraordinarios como Adam Smith (1723-1790), David Ricardo (1772-1823) y Karl Marx (1818-1883), 


Adam Smith, En La riqueza de las naciones, publicado en 1776 y ampliamente considerado como la obra fundadora de la economía, la célebre descripción acerca de la división del trabajo en las fábricas de alfileres mostraba su comprensión sobre cómo los cambios en la organización del trabajo podían afectar a la productividad y, por lo tanto, al crecimiento económico y a la riqueza.


 Otro libro enormemente influyente, Principios de economía política y tributación, de Ricardo, publicado en 1817, contenía un famoso capítulo titulado «Sobre la maquinaria», en el que sostenía que la mecanización estaba reduciendo la demanda de mano de obra cualificada y que disminuiría los sueldos”. 


“En El capital de Marx, cuyo primer volumen fue publicado en 1867, el capítulo titulado «La jornada de trabajo», que trata del desarrollo de las leyes fabriles inglesas que regulaban las condiciones de trabajo, mostraba su fascinación por la producción, dado que representaba el campo en el que se estaba librando la batalla por los derechos de los trabajadores, unos salarios más altos y mejores condiciones”.

“Marx desarrolló su propia versión de la teoría del valor-trabajo. Puso el énfasis en cómo la definición de la actividad «productiva» depende de circunstancias históricas, es decir, de la sociedad en un momento dado. También se centró en la naturaleza de la actividad productiva dentro del sistema capitalista. En el capitalismo, las empresas producen mercancías —un término general para cualquier cosa, desde tuercas y tornillos hasta máquinas enteras—. Si las mercancías se intercambian —venden— se dice que tienen un valor de cambio”. 


“Tuvo el cuidado de distinguir el trabajo invertido en la producción de la fuerza de trabajo, que es capacidad de trabajo. Así, los trabajadores invierten trabajo, no fuerza de trabajo. Y en dicha distinción reside el secreto de la teoría del valor de Marx. Los humanos pueden crear más valor del que necesitan para restaurar su fuerza de trabajo”. 


“Pero Marx introduce una idea nueva y poderosa que ha conformado el pensamiento desde entonces: la lucha de clases. Los sueldos de los trabajadores estaban determinados por la lucha de clases. El lado con más poder podía imponer una tasa salarial que le resultara favorable. Qué clase tenía más poder estaba relacionado con lo que hoy llamaríamos la «rigidez» del mercado laboral. Si los sueldos aumentaban porque los trabajadores tenían mucho poder de negociación en un mercado laboral rígido, los capitalistas sustituían más mano de obra por máquinas, creando más desempleo y competitividad entre los trabajadores por conseguir un trabajo. Marx pensaba que los capitalistas intentarían mantener un «ejército de reserva» de desempleados para mantener los sueldos bajos y conservar o aumentar su proporción del valor que creaban los trabajadores”.

“Estas cuestiones han recuperado protagonismo desde la crisis financiera de 2008. En el centro de todas ellas se encuentra el comportamiento ventajista de las finanzas, que, de hecho, no han atendido a lo que el economista estadounidense Hyman Minsky (1919- 1996) llamó «el desarrollo capital de la economía».


En otras palabras, en vez de facilitar la producción industrial, las finanzas simplemente han degenerado en un casino, cuyo fin es apropiarse de tanto excedente existente como sea posible”.


Los primeros economistas y los clásicos dejaron un legado de ideas sobre el valor —de las monedas y la protección, el libre mercado, las rentas, el Gobierno y la tecnología— que han tenido una amplia repercusión durante siglos y que siguen vivas hoy en día.


Capítulo 2. EL VALOR SUBJETIVO DEL OBSERVADOR EL ASCENSO DE LOS MARGINALISTAS


[...] la distribución de los ingresos de la sociedad está controlada por una ley natural [...] esta ley, si trabajara sin fricción, daría a cada agente de la producción la cantidad de riqueza que ese agente crea.
J. B. CLARK, The Distribution of Wealth: A Theory of Wages, Interest and Profits, 1965

NUEVOS TIEMPOS, NUEVA TEORÍA


“Las críticas socialistas a la teoría del valor se estaban multiplicando incluso antes de que Marx escribiera El capital. Un grupo llamado los «socialistas ricardianos» utilizó la teoría del valor-trabajo de Ricardo para exigir que los trabajadores recibieran mejores sueldos”. 


William Thompson (1775-1833), Thomas Hodgskin (1787-1869) y John Gray (1799-1883), y John Bray (1809-1897).


Juntos presentaron un argumento obvio según el cual, si el valor de las mercancías procedía de la mano de obra, los ingresos de su venta debían ir a los trabajadores. Esta idea subyace en el cooperativismo del fabricante textil Robert Owen (1771-1858), para quien la solución era que los trabajadores también participaran en la propiedad, tanto de las fábricas como de las infraestructuras creadas de manera pública. 


“En Gran Bretaña, los cartistas (1837-1854) demandaron reformas en el sistema político. El sindicalismo empezó a adquirir un seguimiento significativo. La Sociedad Amalgamada de Ingenieros se formó en 1851 y el Congreso de Sindicatos en 1868. Durante la recesión de la década de 1880, el socialismo se difundió más, culminando en la fundación del Partido Laborista en 1900”. 



EL ECLIPSE DE LOS CLÁSICOS

“Lord Lauderdale (1784-1860), un conde escocés, defendió a los terratenientes como productivos y Nassau Senior (1790-1864), un abogado y economista inglés, los beneficios como una recompensa por abstenerse de consumir. Vincular los beneficios a una noción de sacrificio facilitaba una justificación moral”.


Dos de los principales arquitectos de lo que se conocería como la «economía neoclásica» fueron Léon Walras (1834-1910) y William Stanley Jevons (1835-1882). Walras era profesor de economía en Lausana, Suiza. Para él, «el rasgo característico de una ciencia propiamente dicha es la completa indiferencia frente a cualquier consecuencia, ventajosa o indeseable, de su vínculo con la búsqueda de la verdad pura».


Walras estaba dispuesto a mostrar que la economía era una ciencia real, menos difusa que la sociología o la filosofía, de modo que trató de descubrir «verdades puras» en la ciencia de la teoría económica, en vez de centrarse en sus aplicaciones. 


Jevons, que era profesor de economía política en el University College de Londres, empezó su libro La teoría de la economía política con la afirmación de que la economía, «si quiere ser una ciencia, debe ser una ciencia matemática».


Otro economista que vinculó el valor a la utilidad fue Carl Menger (1840-1921), uno de los fundadores de la «escuela austriaca» de economía. Como veremos más tarde, la utilidad es un concepto amplio que combina ideas relacionadas con la eficiencia de un producto 

Para Menger, el valor que surge de la utilidad establece el coste de la producción; el coste de la producción, incluido el coste del trabajo, no determina el valor. Aunque originales, las ideas de Menger no encajaron bien en la nueva narrativa de que la economía tenía que ser mucho más abstracta 


DE LO OBJETIVO A LO SUBJETIVO: UNA NUEVA TEORÍA DEL VALOR BASADA EN LAS PREFERENCIAS


Walras, Jevons y Menger aportaron una visión positiva y «científica» de la reproducción, el intercambio y la distribución de los ingresos. Utilizaron la construcción que más tarde se denominaría «utilidad marginal», y su propagación de una nueva visión de la teoría del valor se cita ahora como la «revolución marginal».



La persona más influyente en el desarrollo de la teoría de la utilidad fue el economista británico Alfred Marshall (1842-1924), que vivió a finales del siglo XIX y principios del XX y fue profesor de economía política (como todavía se llamaba) en Cambridge. Resulta significativo que su formación fuera de matemático. El libro de Marshall Principios de economía, publicado en 1890.


“Así pues, ¿en qué consiste la nueva teoría del valor, esto es, el marginalismo? En primer lugar, se basa en las nociones de utilidad y escasez, siendo subjetiva: el valor de las cosas se mide según su utilidad para el consumidor. Por lo tanto, no hay un estándar «objetivo» del valor, puesto que la utilidad puede variar entre individuos y en distintos momentos. En segundo lugar, esta utilidad disminuye a medida que aumenta la cantidad de algo que se tiene o se consume”. 


EL AUGE DE LOS «NEOCLÁSICOS»


Los precios, pues, reflejan la utilidad que los compradores obtienen de las cosas. Cuanto más escasas sean —cuanto mayor sea su utilidad marginal— más dispuestos estarán los consumidores a pagar por ellas. 


“El concepto de «equilibrio» resultó muy atractivo a principios del siglo XX, cuando en Europa el auge del socialismo y los sindicatos amenazaba al viejo orden, con frecuencia autocrático, y a la creencia convencional de que el capitalismo, en buena medida, se regulaba a sí mismo y de que la intervención del Gobierno era innecesaria o incluso peligrosa.


El equilibro se basaba en la noción de escasez y en el efecto de esta en los rendimientos decrecientes: cuanto más consumes, después de una determinada cantidad (el goce máximo), disfrutas de cada unidad de consumo; y cuanto más produces, menos beneficio obtienes de cada unidad marginal producida (el beneficio máximo)”. 


La idea de escasez se volvió tan importante para los economistas que, a principios de la década de 1930, dio lugar a que un influyente economista británico, Lionel Robbins (1898-1984), profesor de economía en la London School of Economics, definiera el propio estudio de la economía en términos de escasez; la descripción que hizo de esta como «el estudio de la asignación de recursos bajo condiciones de escasez» todavía es muy utilizada.


La revolución marginal
Los «revolucionarios marginales», como han sido llamados, utilizaron la utilidad marginal y la escasez para determinar los precios y el tamaño del mercado. 


En la década de 1940, Abba Lerner (1903- 1982), un economista británico nacido en Rusia, formuló lo que llamó el «primer teorema fundamental del bienestar», que básicamente afirma que los mercados competitivos conducen a resultados «óptimos» para todos. Una vez ha tenido lugar un intercambio de mercado a precios de equilibrio, nadie puede estar en mejor situación o, en términos económicos, van aumentado su «bienestar» (por ejemplo, aceptando más trabajo) sin hacer que otro se halle peor.


En la actualidad, los mercados competitivos en los que nadie puede mejorar su situación sin que empeore la de alguien se conocen como «óptimos de Pareto» 


LA DESAPARICIÓN DE LAS RENTAS Y EL PORQUÉ DE SU IMPORTANCIA

Para concluir nuestra historia del pensamiento económico, deberíamos preguntarnos si esto consiste solo en un ejercicio académico o si es importante. El tema de este libro es por qué importa: resulta crucial para que comprendamos la extracción de valor y, por lo tanto, para nuestra capacidad para limitarlo.



capítulo 3 LA MEDICIÓN DE LA RIQUEZA DE LAS NACIONES
Lo que medimos afecta a lo que hacemos; y si nuestras mediciones son defectuosas, las decisiones pueden tergiversarse.
JOSEPH STIGLITZ, AMARTYA SEN y JEAN-PAUL FITOUSSI, Medir nuestras vidas, 2010

“Apenas pasa un día sin que los políticos, los medios o los expertos opinen sobre el estado del PIB de un país, la medida que se utiliza para calcular la producción de bienes y servicios en una economía: la «riqueza de las naciones». El éxito o el fracaso —reales o imaginarios— en la gestión del PIB pueden decidir el futuro de gobiernos y carreras. Si cae durante más de dos trimestres consecutivos, se oyen gritos de «recesión». Si la caída se mantiene a lo largo de un año, es una depresión. Pero ¿de dónde procede esta medida? ¿Cómo le afecta la manera en que comprendemos el valor?”.


EL PIB: UNA CONVENCIÓN SOCIAL


“Resulta fundamental recordar que todas las clases de métodos de contabilidad son convenciones sociales en evolución, definidas no por leyes físicas y «realidades» definitivas, sino por las ideas, teorías e ideologías que reflejan de la época en que se conciben”.


“En muchos sentidos, las cuentas nacionales, tal como las conocemos hoy en día, surgen del trauma de la Gran Depresión de la década de 1930 y de las necesidades del esfuerzo bélico de la Segunda Guerra Mundial. En esto, como en tantas otras cosas, el economista británico John Maynard Keynes (1883-1946) surgió como una figura crucial. En su obra maestra Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, escrita durante la Gran Depresión y publicada en 1936, asumía que los trabajadores subestimarían la capacidad adquisitiva de sus sueldos y, por lo tanto, estarían dispuestos a producir más de lo que necesitaban. De esta manera, la sobreproducción involuntaria de los trabajadores crearía, a su vez, Las estimaciones de la renta nacional «simples» tenían que sumar el precio de la producción (menos los bienes intermedios) en la economía, o los ingresos, o el gasto de todos los actores económicos en bienes finales: Producción nacional = Ingreso nacional = Gasto nacional”. 


Gasto y valor


“Antes de responder a esta pregunta tenemos que reconocer que el valor añadido del Gobierno no puede ser computado de la misma manera que el de otras industrias y, en consecuencia, se trata de economía ha de medirse en términos de «valor aportado». Si este valor no es un beneficio, entonces ¿qué es?
Los contables nacionales adaptaron hace tiempo el enfoque inputs = outputs. Una vez se define el output o la producción, el valor añadido puede ser computado porque se conocen los costes de los inputs intermedios, como los ordenadores que utilizan los empleados”. 


“El Gobierno también es un productor de inputs intermedios para las empresas. Entonces, la educación, las carreteras, la policía o los tribunales de justicia”.


Los capítulos 4, 5 y 6 examinan el fenómeno de la financiación: el crecimiento del sector financiero y la generalización de prácticas y actitudes financieras en la economía real. 


En el capítulo 4 analiza el surgimiento de las finanzas como un sector económico importante, y su transición, desde ser considerado, en gran parte, improductivo, hasta ser aceptado como productivo, y pregunta si la intermediación financiera realmente ha experimentado una transformación como para convertirse en una actividad inherentemente productiva.

En el capítulo 5 muestra el desarrollo del «capitalismo gestor de activos», es decir, cómo el sector financiero se expandió más allá de los bancos para incorporar un número cada vez mayor de intermediarios dedicados a gestionar fondos (la industria de la gestión de activos), además de cuestionar si el papel de estos intermediarios, y los riesgos reales que asumen, justifican las recompensas que obtienen. 


En el capítulo 6 examina la financiarización de toda la economía. Al buscar unos retornos rápidos, las finanzas a corto plazo han influido en la industria: las empresas se gestionan con el objetivo de la maximización del valor para el accionista (MVA). 


En el capítulo 7 continúa estudiando otras clases de extracción de valor llevadas a cabo en su nombre. Considera aquí la clase de asunción de riesgos requerida para que tenga lugar una innovación tecnológica radical. 


La innovación es, sin duda, una de las actividades más arriesgadas e inciertas del capitalismo: la mayoría de los intentos fracasan. Pero ¿quién lo intenta? ¿Y qué clase de incentivos deben crearse? 


En capítulo 8 se analizará por qué el sector público siempre se describe como lento, aburrido, burocrático e improductivo. ¿De dónde procede esta descripción y a quién beneficia? 

“Bajo mi punto de vista, de la misma manera y en el mismo momento en que las finanzas se volvieron productivas, el sector público fue presentado como improductivo. El pensamiento económico moderno ha relegado la función del Gobierno a arreglar los fallos del mercado, en vez de crear y conformar los mercados de manera activa. El papel del sector público como creador de valor, en mi opinión, ha sido subestimado. El parecer dominante, que se originó cuando, en la década de 1980, se produjo una reacción contra el Gobierno, influye de manera fundamental en la manera en que este se ve a sí mismo: dubitativo, precavido, cuidadoso de no excederse por si es acusado de acaparar la innovación, o por si es acusado de favoritismo, de «escoger ganadores». Al cuestionar por qué las actividades del sector público son ignoradas en la contabilidad del PIB, cuestiono por qué esto debería importar y perfilo cómo podría ser una visión distinta del valor público”.


En el capítulo 9 servirá para concluir que solo mediante un debate abierto sobre el valor —sus fuentes y las condiciones que lo fomentan— podremos encaminar nuestras economías hacia la producción de una innovación más genuina y una desigualdad menor, que también transformará el sector financiero, de manera que verdaderamente se centre en alentar la creación de valor en la economía real. No es suficiente criticar la especulación y la extracción de valor a corto plazo, y abogar por un sistema fiscal más progresivo enfocado en la riqueza. 


Esto incluiría nuevas instituciones financieras dedicadas a actividades crediticias dirigidas a las organizaciones interesadas en realizar inversiones de alto riesgo a largo plazo, que pueden contribuir a fomentar una economía más innovadora, así como cambiar las medidas de la normativa fiscal para que recompensen más las inversiones a largo plazo que las de corto plazo. 


Para crear una economía más justa, en la que la prosperidad se comparta de manera más amplia y que, por lo tanto, sea más sostenible, tenemos que reactivar una discusión seria sobre la naturaleza y el origen del valor. 


“Las palabras son importantes: necesitamos un nuevo vocabulario para  hacer política. La política no solo consiste en «intervenir». Se trata también de conformar un futuro distinto: cocreando mercados y valor, no solo «arreglando» los mercados o redistribuyendo el valor. Se deben asumir riesgos, no solo «desarriesgar». Y su fin no debe ser procurar una competencia justa, sino dirigirla hacia la clase de economía que queremos”.

“La idea de que podemos conformar los mercados tiene consecuencias importantes. Podemos crear una economía mejor si comprendemos que los mercados son el resultado de decisiones tomadas en las empresas, en las organizaciones públicas y en la sociedad civil. La jornada laboral de ocho horas ha modelado los mercados, y fue el resultado de una lucha organizada por las organizaciones de trabajadores. Y quizá la razón por la que hay tanta desesperación en el planeta —una desesperación que ahora conduce a políticas populistas— sea que la economía nos es presentada como el «resultado» de las reglas comerciales, los tecnócratas y las fuerzas neoliberales”. 


“La propia teoría del «valor» se presenta como una especie de fuerza objetiva determinada por la oferta y la demanda, en vez de un concepto muy integrado en ciertas maneras de ver el mundo. La economía puede crearse y conformarse, pero puede hacerse con miedo o con esperanza”.

“El reto específico que planteo aquí es ir más allá del cínico de Oscar Wilde, que «sabe el precio de todo pero no conoce el valor de nada», hacia una economía de esperanza, en la que dispongamos de más herramientas para cuestionar las asunciones de la teoría económica y cómo se nos presentan. Y escoger un camino distinto entre los muchos disponibles”.

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