1Q84, Haruki Murakami Por Jaime Barrios Nassi (2019)

1Q84, Haruki Murakami
Por Jaime Barrios Nassi (2019)

Cuando me di a la tarea de leer este abultada historia, fue por tratar de seguir la lectura de mi hijo, esta trilogía trata sobre la historia emocionante, distópica y fantasiosa de dos jóvenes japoneses que son perseguidos por una organización religiosa. 

Murakami que es el autor, imprime su estilo, con narraciones detalladas del entorno, lenguaje a veces poetico, citaciones de autores y libros que introduce en la historia, referencia de canciones y álbumes, platos de comida a que hace referencia. Podría decirse que es casi una película, deja también que el lector siempre esté interesado en la trama, la narración principal es en tercera persona, pero los protagonistas hablan bastante y narran sus vivencias y percepciones.

“HARUKI MURAKAMI. (Kioto, 1949) estudió literatura en la Universidad de Waseda. Es uno de los pocos autores japoneses que ha dado el salto de escritor de culto a autor de prestigio y con grandes ventas tanto en su país como en el exterior. Su peculiar universo narrativo, cargado de una sensualidad de turbadora belleza y fruto de una imaginación portentosa, lo ha convertido en un autor de referencia en todo el mundo. Ha recibido numerosos premios.”

El punto principal de la obra es el título “1Q84” que hace referencia al año donde transcurre la historia, 1984 (referencia al libro de Orwell), pero cambiando el nueve por una “Q” que nos indica la distopía, en ese mundo han surgido dos sectas religiosas, una violenta y otra no, precisamente esto el lo que el autor resalta, la complementariedad entre el bien y el mal, unos siete “little people”, que son seres muy pequeños que pueden crecer pero siempre pequeños, y que el autor clasifica por el registro acústico de sus voces y uno por su risa, parodiando a los 7 enanitos, crea también figuras como “mother”, “daughter”, “receiver”, “perceiver”. 

Por otro lado una asesina, “Aomame”, que es una especie de vengadora de todo lo que tiene que ver con la injusticia y el maltrato a la mujer, en todo el libro se reafirma la problemática de maltrato de género, resaltándola más en la cultura oriental, el otro protagonista es un escritor, “tengo”, que podría ser un alter ego del autor, imprimiendole un tinte romántico de estar esperando al amor de su vida, de estar esperando escribir la novela de su vida y de estar rebuscando en su propia historia y vivencias incógnitas que le expliquen ¿qué pasó?.

El autor va alternando las voces narrativas y las historias, que nos van orientando en dos puntos de vista de la trama, también es de destacar las escenas eróticas que pueden llegar a ser directas y abrumadoras, por lo que no es apto para niños, en la China es para mayores de 18 años. Aunque por otro lado se destaca el asomo de la espiritualidad, la protección de la vida en contra del aborto.

El final es característico del autor, del que muchos de sus lectores estamos esperando que sea reconocido con el premio Nobel, en esta novela como varias de sus anteriores intenta manejar el realismo mágico e imprime su sello personal de fijaciones por los números, los gatos, los escritores y sus obras, sus comidas y su música.

Cosas a destacar:

“En japonés, la letra Q y el número 9 son homófonos, los dos se pronuncian kyu, de manera que 1Q84 es, sin serlo, 1984, una fecha de ecos orwellianos. Esa variación en la grafía refleja la sutil alteración del mundo en que habitan los personajes de esta novela, que es, también sin serlo, el Japón de 1984”.


“No se deje engañar por las apariencias.
Una cosa más —el conductor habló dirigiéndose al espejo interior—. 
Me gustaría que recordara lo siguiente: las apariencias engañan. «Las apariencias engañan», repitió Aomame en su cabeza, y frunció ligeramente el ceño. —¿Qué quiere decir eso? El conductor eligió las palabras. —En fin, podría decirse que lo que está a punto de hacer no es algo normal. ¿No es así? La gente normal no desciende por unas escaleras de emergencia en la autopista metropolitana en pleno día. Sobre todo una mujer”.

MÚSICA 

“Cuántas personas habrá en el mundo que, al escuchar el inicio de la Sinfonietta de Janáček, puedan adivinar que se trata de la Sinfonietta de Janáček? La respuesta probablemente esté entre «muy pocas» y «casi ninguna». Pero Aomame, de algún modo, podía…”

“Janáček compuso aquella pequeña sinfonía en 1926. El tema inicial había sido creado, originalmente, como una fanfarria para una competición deportiva. Aomame se imaginaba la Checoslovaquia de 1926. La primera guerra mundial había finalizado, por fin se habían liberado del prolongado mandato de la Casa de Habsburgo, la gente bebía cerveza Pilsen en los cafés, se fabricaban flamantes ametralladoras y saboreaban la pasajera paz que había llegado a Europa Central. Ya hacía dos años que, por desgracia, Franz Kafka había abandonado este mundo”.

“Ni siquiera sé realmente en qué se diferencia la música de Haydn de la de Beethoven. Sin embargo, en cuanto escuché la música que emitía la radio del taxi, supe que se trataba de la Sinfonietta de Janáček. ¿Y por qué la música había”.

“Leos Janáček nació en un pueblo de Moravia en 1854 y falleció en 1928. El libro traía una fotografía de sus últimos años de vida. Tenía la cabeza cubierta de canas semejantes a briosas flores silvestres, sin calvas. Incluso no se sabía cómo era la forma de su cráneo. La Sinfonietta la compuso en 1926. Janáček llevaba una vida conyugal desgraciada, carente de amor, pero en 1917, con sesenta y tres años de edad, conoció a Kamila, una mujer casada, y se enamoró de ella. Era un amor maduro entre personas casadas. Aquejado de una crisis temporal, Janáček recobró el impulso creador gracias a los encuentros con Kamila, y sus últimas obras maestras se”.

“la fanfarria usó el «motivo» que se le había ocurrido en el parque y así nació la Sinfonietta. El libro explicaba que se titula «Pequeña sinfonía», pero que tiene una estructura nada convencional, que combina una brillante fanfarria festiva de cobres con un apacible conjunto de cuerda centroeuropeo, y crea un ambiente único”.

“gusta Bach. —¿Alguna obra en particular? —De la BWV846 a la BWV893. Tras reflexionar durante un instante, Tengo le dijo: —El clave bien temperado. Volúmenes primero y segundo. —Sí”.

“El clave bien temperado es, realmente, una música celestial. Está compuesta de preludios y fugas en tonos mayores y menores, respectivamente, y en ella se hace uso por igual de doce escalas. Son veinticuatro en total. Cuarenta y ocho piezas repartidas en dos volúmenes. Forman un círculo perfecto. —¿Qué más? —La BWV244. A Tengo le costó recordar cuál era la BWV244. El número le sonaba, pero no se acordaba del título de la pieza”.

“todo le gustaba un disco en el que un joven Louis Armstrong cantaba una recopilación de blues de W. C. Handy. Barney Bigard tocaba el clarinete y Trummy Young, el trombón. Ella le había regalado el disco a Tengo, pero más que para que lo escuchara él”.

“En la primera mitad del siglo XVIII Telemann había adquirido gran prestigio como compositor en diferentes zonas de Europa, pero en el siglo XIX sus obras se ganaron el desprecio de la gente debido a una excesiva productividad. Sin embargo, no era culpa de Telemann. El gran cambio de intenciones a la hora de componer que había acompañado la transformación de la estructura de la sociedad europea provocó esa inversión de la apreciación»”.

“Duke Ellington, Benny Goodman y Billie Holiday estaban esparcidas por el suelo de la habitación. En ese momento, el tocadiscos reproducía Chantez-les Bas, cantada por Louis Armstrong. Era una canción impresionante. Al escucharla, Tengo se acordó de su novia. Entre polvo y polvo, ambos escuchaban aquel disco a menudo. En la parte final de aquella canción, el trombón de Trummy Young se encendía y se olvidaba de terminar el solo como habían acordado para interpretar un último chorus de ocho compases más. «¡Fíjate en esta parte!», le había explicado ella. Ir a la habitación contigua a darle la vuelta al LP cuando se terminaba una cara le correspondía a Tengo, naturalmente”. 

“puesto otro álbum de los Rolling Stones. Little Red Rooster: un disco de la época en la que a Mick Jagger le apasionaba el Chicago blues”.

“las sinfonías de Brahms, obras para piano de Schumann, música para clave de Bach y música religiosa. Se convirtió en su más valiosa, y prácticamente única, diversión. Un buen día, a la niña le impusieron un castigo”. 

“Incluía sinfonías de Mahler, música de cámara de Haydn y música para clave de Bach, entre otras piezas de diferentes estilos y géneros. También estaba la Sinfonietta de Janáček, que ella había pedido”. 

“y escuchó el Concierto para violín de Sibelius, que daban por la radio. No tenía muchas ganas de escuchar a Sibelius. Además, los conciertos de Sibelius no son lo más apropiado para escuchar mientras uno se da un baño al final del día. Quizás a los finlandeses les guste escucharlo metidos en la sauna en sus largas noches. Sin embargo, la música de Sibelius era una pizca demasiado apasionada; demasiada tensión contenida como para escucharla en una exigua bañera de un módulo de baño, en un apartamento de dos dormitorios en Kohinata, en el barrio de Bunkyo. Con todo, tampoco le molestaba. Le bastaba con que sonase algo de música de fondo”.

“Rameau, lo escucharía sin rechistar, y otro tanto si se hubiera tratado del Carnaval de Schumann. Pero daba la casualidad de que en ese momento en la emisora de FM ponían el Concierto para violín de Sibelius. Eso era todo”.

“La música de Sibelius, interpretada por David Oistrakh, pasaba principalmente a través de la región vacía. Como una brisa, se introducía por la entrada, abierta de par en par, y se marchaba por la salida también abierta de par en par. Como manera de escuchar música, seguramente no era muy elogiable. Si Sibelius supiera que alguien escuchaba así su música, quizá frunciría”.

LITERATURA

“tiene que incluir algo que no pueda predecir. Con respecto a las novelas, eso es lo que yo más valoro. Las cosas predecibles no me interesan. Naturalmente. Son demasiado simples”.

“Recordaba a los exrevolucionarios de la intelligentsia que salían en la literatura rusa del siglo XIX”.

“Demasiadas preguntas. Fue ciertamente Chéjov quien dijo: «Un escritor no es quien resuelve problemas, sino quien los plantea». Unas palabras bastante célebres, pero, además de su obra, Chéjov contempló su vida con la misma actitud. En ella se planteaban problemas, pero no se resolvían. Consciente de padecer una tuberculosis incurable (siendo médico es evidente que debía saberlo), se esforzó por negar la realidad y no creyó estar muriéndose hasta llegar al propio lecho de muerte. Falleció joven, entre hemoptisis”.

“Sí, este año es justo 1984. Un día el futuro también se hace presente. Y pronto será pasado. En la novela, George Orwell describe el futuro como una sociedad oscura controlada por un sistema totalitario. Un dictador a quien llaman el Gran Hermano gobierna de forma estricta a la gente. Se restringe la información y se reescribe la Historia incesantemente. El protagonista trabaja para la Administración y se ocupa de corregir palabras. Al construir una nueva Historia, la vieja se suprime por completo. Para ello se van sustituyendo también las palabras o se cambian sus significados. Como la Historia se reescribe con tanta frecuencia, llega un punto en el que ya nadie sabe qué es verdad. Nadie sabe quién es aliado y quién enemigo. De eso trata”.

“acostumbrado a leer en voz alta, no tenía ni idea de cuál sería el más apropiado. Después de vacilar durante un buen rato, se decantó por La isla de Sajalín, de Antón Chéjov, que había acabado de leer la semana pasada. En los pasajes interesantes había pegado notas, así que podría saltar a las partes que a él le pareciera”.

“Tengo le dio una breve explicación sobre la obra. Cuando Chéjov viajó a Sajalín, en 1890, tenía treinta años. Nadie sabía cuál era el motivo exacto que había empujado a Chéjov —el urbanita que gozaba de una gran fama como joven y prometedor escritor, perteneciente a una generación posterior a la Tolstoi y Dostoievski, y que llevaba una vida apacible en Moscú— a irse solo a la isla de Sajalín, en los confines del mundo. Sajalín era, principalmente, un lugar que había sido explotado como colonia penal, y a la mayoría de la gente le causaba una impresión de mal augurio y miseria. Y como por aquel entonces todavía no existía el Transiberiano, la mortificación de tener que recorrer más de cuatro mil kilómetros”.


“escribir al finalizar su viaje de ocho meses por Extremo Oriente, dejó apabullados a muchos lectores, ya que se trataba de algo más cercano a un informe sobre una investigación o a un libro topográfico de índole práctica, que a una obra literaria propiamente dicha. «¿Por qué habrá hecho un escritor como Chéjov, en su mejor momento, algo tan absurdo y disparatado?», cuchicheaba todo el mundo a su alrededor”.

“Quizá ni el propio Chéjov supiera el motivo exacto —dijo Tengo—. Es decir, tal vez simplemente quería ir allí para ver cómo era. Vería la forma de la isla de Sajalín en el mapa y le entrarían unas ganas locas de ir. A mí me pasa lo mismo: estar mirando un mapa y encontrar un lugar que hace que te digas: «Me gustaría ir ahí, sea como sea». Y muchos de ellos son sitios lejanos e inhóspitos. Te mueres de ganas por saber cómo es el paisaje, qué ocurre en ese lugar. Es como el sarampión, que viene y se va. Por lo tanto, no puedes explicar a los demás el origen de ese arrebato. Se trata de curiosidad”.

“Chéjov era escritor y, al mismo tiempo, médico. Como científico que era, debía de querer examinar con sus propios ojos esa especie de área enferma del gigantesco Estado ruso. El hecho de ser un escritor de la capital, perteneciente a la flor y nata de la sociedad, incomodaba a Chéjov. Estaba hastiado del ambiente de los círculos literarios moscovitas; no congeniaba”.

“El viaje a la isla de Sajalín debió de ser una especie de peregrinaje para librarse de toda la mugre literaria. Y la isla lo abrumó en numerosos sentidos. Tal vez sea por eso por lo que no escribió una obra literaria aprovechando el material recopilado durante su viaje. No era tan sencillo escribir una novela, así como así, inspirándose en ello. Y podría decirse que aquella área enferma formaba parte de su propio cuerpo. Quizá fuera precisamente eso lo que él estaba buscando”.

“Chéjov muestra su lado más científico. Pero permitió captar esa especie de resolución inquebrantable suya. Y las descripciones paisajísticas y observaciones sobre personas que a veces surgen en medio de esas descripciones prácticas son realmente impresionantes”.

“Chéjov dijo una vez —comentó Tamaru levantándose lentamente—: «Cuando en una historia aparece un arma de fuego, ésta deberá ser disparada». —¿Qué quiere decir? Tamaru se levantó para colocarse frente a Aomame y le habló. Él era unos centímetros más alto. —Que no debe utilizarse un accesorio innecesario en medio de una historia. Si aparece una pistola, en algún momento de la historia es necesario dispararla. Chéjov prefería escribir obras desprovistas de florituras inútiles. Aomame estiró de las mangas de su vestido y se echó el bolso”.

“En Los hermanos Karamázov sale una historia sobre Cristo y el Diablo —dijo Aomame—. Estando Jesús en un páramo, realizando duras prácticas ascéticas, el Diablo le pidió que obrara un milagro. «Convierte estas piedras en pan», le dijo. Pero Cristo hizo caso omiso, porque el milagro era una tentación del Diablo”.

“Me lees un libro o me cuentas una historia —dijo Fukaeri. —De acuerdo —contestó Tengo—. Pero no se me ocurre nada adecuado para leer en voz alta. Aunque no tengo el libro a mano, si quieres te cuento la historia de «El pueblo de los gatos». —El pueblo de los gatos. —Una historia sobre un pueblo gobernado por gatos. —Me gustaría escucharla”.

“—Memorias de África. La enfermera meneó la cabeza. —No me suena. —Lo escribió Isak Dinesen, una autora danesa, en 1937. Se casó con un aristócrata sueco y, justo antes de estallar la primera guerra mundial, viajaron a África, donde explotaron una plantación de café. Años después se divorciaron y ella se quedó al frente de la plantación. En el libro cuenta sus vivencias”. 

«Cuando en África, en marzo, las grandes lluvias comienzan después de cuatro meses de tiempo cálido y seco, la riqueza de lo que florece y la frescura y la fragancia presentes en todas partes son abrumadoras. »Pero el granjero refrena su corazón y no se atreve a creer en la generosidad de la naturaleza, temiendo escuchar un decrecimiento del ruido de la lluvia que cae. El agua que bebe la tierra debe nutrir a la granja y a toda la vida humana, animal

Es una maravillosa visión la de los caminos de la granja convertidos en corrientes de agua que ruge, y el granjero vadea el barro con un corazón alegre, hacia los cafetales florecidos y empapados. Pero sucede en medio de la estación de las lluvias que en la noche las estrellas aparecen entre las tenues nubes; entonces el granjero sale de la casa y mira a lo alto, como si fuera a colgarse del cielo y a ordeñarle más lluvia. Le grita al cielo: “Dame más, aún más. Mi corazón está desnudo ante ti ahora y no te dejaré marchar si no me das tu bendición. Ahógame si quieres, pero no me mates con tus caprichos. Nada de coitus interruptus, ¡cielo, cielo!”.»

“Estás leyendo a Proust? —Apenas avanzo —contestó Aomame, y le pareció una especie de contraseña secreta de identificación. —¿No te gusta? —No es eso, pero, no sé cómo decirlo, es un mundo tan diferente del mío… Tamaru esperó a que Aomame siguiera hablando. No tenía prisa. —Es como si estuviera leyendo un informe detallado sobre un asteroide situado a años luz de este mundo en el que vivo. Me imagino cada escena y las entiendo. Además, las describe con mucho detalle y realismo. Pero esas escenas no tienen nada que ver con mi mundo. Están como a miles de kilómetros de distancia. Así que avanzo un poco en la lectura y después necesito volver atrás y releer varias veces cada pasaje”.

“Eso no quiere decir que me aburra. Tiene una manera bellísima y detallada de escribir y, aunque a mi modo, comprendo esa especie de asteroide solitario, sólo que no avanzo demasiado en la lectura. Como un bote que remontara el río a contracorriente. Remo un rato, luego paro y me pongo a pensar en algo y, para cuando me doy cuenta, el bote ha vuelto al punto de partida —dijo Aomame—. Sin embargo, en este momento, quizás esa forma de leer me convenga más que seguir el argumento y avanzar para saber lo que ocurre. No sé bien cómo explicarlo, pero tengo la sensación de que, cuando intento progresar en la lectura, el tiempo”.

“Has visto 2001: Odisea en el espacio? —Sí —contestó Tengo. —Pues nosotros somos igual que los simios que salen en esa película —dijo Komatsu—. Seres cubiertos de una pelambrera negra que dan vueltas alrededor de un monolito chillando cosas sin sentido. Una pareja de clientes entró en el local, se sentaron a la barra, como si fueran asiduos, y pidieron un cóctel. —Una cosa sí está clara —añadió Komatsu como para concluir la conversación—: Tu teoría es convincente y tiene bastante lógica. Siempre es un placer charlar contigo. Pero, en cualquier caso, vamos a retirarnos de este espantoso campo minado”.

“Como Shakespeare escribió —dijo Tamaru en un tono tranquilo dirigiéndose a aquella pesada y deforme cabeza—: «El que muere hoy, no habrá de morir mañana. Así que intentemos ver el lado bueno de cada uno». ¿Era de Enrique IV o quizá de Ricardo III? Pero eso a Tamaru no le importaba, y no creía que Ushikawa tuviera demasiado interés por conocer la fuente exacta de la cita”. 


COMIDA

“Por fin ha comenzado la hora de los fantasmas
Como tenía algo de hambre, sacó el camembert, lo cortó y se lo comió con un cracker. Tras haberse comido medio queso, lavó un apio bien lavado y lo mordisqueó entero con mayonesa”.

“un pilaf con jamón, setas y arroz integral y una sopa de miso con tofu y algas wakame, mientras escuchaba Mother’s Little Helper y Lady Jean. Coció coliflor y le echó una salsa de curry que había dejado preparada. Hizo una ensalada de verduras, con judías y cebolla”.

Se imaginó comiéndose un oyakodon en un restaurante calentito. Hacía días que no se llevaba al estómago nada sustancioso. Tampoco estaría mal pedir un poco de sake caliente; no recordaba desde cuándo no tomaba

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