Saramago y su viaje a Portugal

 Por Jaime Barrios Nassi

15 agosto 2016

“El viaje no termina jamás. Solo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración… El objetivo de un viaje es sólo el inicio de otro viaje”. Saramago

Anoche emocionado terminé de leer este gran libro publicado en 1995 por el premio Nobel (1998) Portugués José de Sousa Saramago (Azinhaga, Portugal, 16 de noviembre de 1922 - Lanzarote, España, 2010), el título "Viaje a Portugal", que como dice el mismo autor: "no es una guía vulgar, o un rutero que se lleva en mano, o catálogo general", "no hay que recurrir como agencia de viajes o escaparate turístico: el autor no ha venido a dar consejos". 

"Este Viaje a Portugal es una historia. Historia de un viajero en el interior del viaje que hizo, historia de un viaje que en sí transportó a un viajero, historia de viajero y viaje reunidos en una intencionada fusión de aquel que ve y de aquello que es visto". 

Saramago se proclama como "El viajero", y ya que viajó por su país, significa que viajó por dentro de sí mismo, por la cultura que lo formó y está formando.

Me llamó la atención su gran energía para explorar, su disciplina de ir a visitar todos los templos, parroquias, descifrar sus secretos, describir las historias detrás de los objetos y monumentos, la gran pasión por hablar con seres anónimos y compartir su emoción, realmente es la obra de un erudito en historia y arte, aunque él se denomine como simple explorador. El amor por la naturaleza y especialmente por los ríos de su alma.

Precisamente comienza su relato con "el sermón de los peces", en el que ejemplifica que en el río que comparte orillas de España y Portugal, los peces que allí habitan no saben a cuál nacionalidad pertenecen, y tampoco “luchan” a muerte con patriotismo por ellas; "seguid a lo vuestro mientras no asomen por ahí pescadores, nadad felices, y deseadme buen viaje, adiós, adiós... Buen milagro fue el sermón a los peces. Venid acá, peces, vosotros, los de la margen derecha, que estáis en el río Douro, y vosotros, los de la margen izquierda, que estáis en el río Duero, venid acá todos y decidme cuál es la lengua en que habláis cuando ahí abajo cruzáis las acuáticas aduanas"

También es interesante su visión de lo que es ser viajero, diferenciándolo del turista: "Viajar es descubrir, el resto es simplemente encontrar. Por eso se comprenderá que pase sin particulares demoras por estas amenas playas, y si en las olas tranquilas de Estoril decidió darse un breve chapuzón, quede esto sin referencia aquí. Es cierto que el viajero gusta de parques y jardines, pero esta falda florida que desde el casino se extiende hasta la playa no está allí para paseos, es como una alfombra de palacio, en torno al cual, respetuosamente, desfilan los visitantes". Para mí se contradice un poco, pero creo que la intención es resaltar lo importante del viaje como investigación de lo desconocido.

Las descripciones son fabulosas: " A las puertas de Lisboa, cerca de aquí fueron hallados restos de osamentas y cráneos ocultos durante millares de años, mezclados con hachas de piedra, formones y azuelas y otros menudos objetos útiles o rituales; mira después los hoteles suntuosos, el jardín hosco, los pasantes y paseantes, y se convence definitivamente de que el mundo es complicado". 

 "En fin, Lisboa está ahí. Pero antes de acometer la aventura, que en el fondo del alma le intimida, irá el viajero a esta población ribereña llamada Carcavelos, para ver lo que sólo muy pocas personas conocen, contando el millón de ellas que en Lisboa viven, y los muchos millares que vienen al baño en la playa, esto es, y concluyendo, la iglesia parroquial".

Las historias que cuenta son tan interesantes como sus descripciones, la de los escritores Herculano, Camilo Castelo, Almeida Garret, Miguel Torga entre otros. Las leyendas de las heroicas mujeres panaderas y muchos detalles más, hacen de este libro una joya de la literatura y de los viajes.